sábado, 24 de marzo de 2012

La religión y como desvela nuestras dos semblantes.

El ser humano es, por unanimidad, el animal mas poderoso del mundo. Y aun así demuestra día a día, hora tras hora, su negligencia ante tal cargo. Desde aquellos periodos en el cual el homo neanderthalensis deambulaba de territorio en territorio, hemos confeccionado un espacio propicio para el desarrollo de nuestra mente. Inclusive, periodos anteriores a aquel peldaño en la evolución, se puede decir que el terreno fue allanado en pos de un mayor progreso intelectual. La naturaleza recolectora y cazadora fue suplida por cosechadores y domadores; todo el fervor de una lucha pronto se vio interrumpido por el entusiasmo responsable con el cual aprendimos a valorar un territorio como una gran morada de producción. De un trajinar incesante pasamos a un sedentarismo estratégico. Y de un primate mas bien diminuto cuyo andar aun emulaba al de los que hoy en día son los chimpancés, devenimos en lo que hogaño somos. Aunque la tendencia a la destrucción no estaba aun definida.

Sin embargo, tardaría muy poco en surgir la religión como cumbre de la idiotez. No solo coartando la elección y el criterio propio de muchos individuos, sino legitimando atrocidades que solo unos insensatos podrían aprobar. Lo cual me trae para dar con una explicación breve, como coyuntura del tiempo, las dos características del hombre, en copiosa y contraproducente estadio. Como Vegeta y Son Goku en sus inicios como colegas del mundo.

He aquí las dos:

La creatividad: Somos seres aptos para originar ficción, en sobremanera. También mentiras, claro esta. No obstante, ya decía Rousseau que todo arte no es mentira, es ficción (no tenía que pensar tanto...es algo de perogrullo). Por ende, es bueno hallar una bifurcación entre ambos términos. La religión es el método mas viable que tenemos para falsear la realidad y acometer el aburrimiento de nuestro interior, tanto mas cuanto que de ello son prueba la ingente cantidad de dioses/as que como si de un catalogo de restaurante se tratara van desfilando por doquier se mire al globo, embozando su egoísmo y su miserable resolución de doblegar y aherrojar a todo individuo libre en una serie de leyes inquebrantables o en frases que logran gran divulgación por su sencillez, estupidez y melifluo cariz. La mediatriz de nuestra primera gran cualidad es la siguiente, que mas que característica debe ser un defecto que refulge inopinadamente en el mayor porcentaje del mundo, pero siempre emerge:

La estupidez: Fuimos capaces de engendrar inventos que posibilitan radicales cambios en el modo de ver el universo. Pero no siempre hemos dado igual importancia a todo, o quizás jamas supimos cómo explotar el beneficio que acarrea este invento. La religión es una de esas ficciones que descontroladas han confluido con nuestra estupidez desde aquello años memorables, en los que había epicentros de intelecto donde todo el día se aprendía mientras, simultáneamente, se degradaba aquel conocimiento con el rezar o el idolatrar a obvias falacias. Nos hemos deglutido nuestra propia ficción hasta llegar al extremo de subordinarnos a nosotros mismo bajo el criterio de una creación intrínseca del ser (dicho así posee un dejo de necedad sumo ¿no?). ¿Es lo mismo un profeta que puede caminar sobre las sensibles aguas de un río y un ser capaz de bajar al Inframundo como parte del cumplimiento de una tarea? Pues en cuanto a ínfimos matices que no nos toca debatir son diferentes; empero, en un rasgo general podemos inferir la mas prosaica similitud: son ficción, ficción impía hogaño, pero ficción al fin. Una invención de nuestra voluble creatividad que ha descarriado hacia una realidad cada vez mas triste, en la cual los subyugados dicen no serlo aunque perciban en su exterior una proscripción. ¿De toda creatividad deriva la estupidez? No, solo del pésimo manejo de los productos de la creatividad deriva la estupidez y la ulterior alteración del ente ajeno. Entonces, ¿es mejor una estupidez individual que colectiva? En absoluto, como seres comunes al otro deberíamos proteger al prójimo de caer a un desfiladero y salvarlo de su inminente deceso. 

La anterior descripción es dada a partir de una seria reflexión; podemos basar nuestras vidas en una ficción pero siempre y cuando esto no nos dañe o sea pernicioso para los demás. La religión es la única ficción uniforme, junto a los aspectos mas inmiscuidos en la vileza de una ideología política  que puede alcanzar niveles hirientes para nuestra inteligencia y su buen uso.

Seamos objetivos al analizar una organización. No temamos confundirnos, un error reconocido siempre conlleva a una rectificación y de aquí partimos con celeridad a la sinceridad intelectual que todos buscamos. Al menos, procuramos reparar lo que nos circunda cimentando esa reparación en una observación (o experimentación) de la realidad, y no sometiéndonos a una ficción.


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